Isa Islam es de los que se arrepentirá toda la vida de haber ido a buscar, a los 17 años, su “shock de adrenalina”, según cuenta a la AFP.
Una tarde de noviembre de 2013, él y dos primos se subieron al techo de un vagón de tren en una estación subterránea de la línea F en Brooklyn.En su primer y último intento, su cabeza golpeó una viga de metal y las heridas que recibió lo dejaron parcialmente ciego. “Fue extremadamente estúpido”, dice hoy. “Si hay alguien que necesita una máquina del tiempo, soy yo”.Isa pasó seis semanas en el hospital y se sometió a “muchas” operaciones, pero sobrevivió. Otros han tenido menos suerte.
En febrero, un niño de 15 años murió al caer del techo de un ferrocarril subterráneo en marcha. Otro adolescente, del Bronx, murió en diciembre.
Tras estos accidentes, la policía de Nueva York recordó que el metro “no es un parque infantil” y que subirse a un coche en marcha es ilegal.